Fuimos a la despedida de una carísima amiga en Puerto Madero. Y entramos cual vacas al matadaro.
Champs Elysses es un lugar adornado por el canal de los diques de Madero, una vista que embellece la cena de cualquiera, el problema no es el sitio, el problema no son sus mozos de fonda o el hecho de tener que dejar el auto en parte de pago por un plato que no tiene nada que envidiarle a la comida de una aerolinea de descuentos. El problema es todooo!
La noche comenzó con la charla habitual entre amigos, viendo el escueto menú y la carta de vinos.
Pedimos de entrante una ensalada de camarones algunos, y jamón crudo con degustación de quesos otros.
Los camarones, amotinados, prefirieron no salir de la cocina esa noche, en su lugar enviaron algo como una ensalada de apio, manzana, salsa golf y tiritas de duraznos en almíbar. Digna de un parador de ruta para camiones o transportistas de puerto.
Esperé la llegada de las otras entradas y me percaté con asombro de que la crisis porcina también había dejado su huella en el plato de jamón. Una ración que recordaba los momentos de postguerra con tres( literalmente) rebanadas de queso de maquina que cabrían en la palma de mi mano.
Terminamos la primer ronda de varietales y pedimos la segunda. Y ahí empezaron a caer las botellas del vino, (o de aceto, da lo mismo, el sabor era indistinguible) perceptiblemente picadas por todo menos por el dengue, ordené una tercera para cerciorarme y ya para males, vino abierta desde la cocina y a punto para condimentar una ensalada.
Cambiamos a un vino de gama superior (BIANCHI DOC $ 60) y esperamos la llegada de los principales en medio de un tormento de música pocas veces visto.
A nuestras espaldas, dos asaltantes de caminos, devenidos en "músicos- cantantes Ad hoc", nos demostraban con qué facilidad la voz humana escapa del tono y sin reparos, nos presentaron todo su repertorio tropical, latino y clásico, destruyendo pieza tras pieza ante la mirada de asombro de los comensales.
Llegaron los raviolones nadando en caldo espeso rosado, yo pedí además bondiola de cerdo con puré de manzana. Fastuoso.
Me han traido platos más elaborados y de mejor sabor en viajes al interior del país por colectivos de linea ( los sanguchitos de miga que parecen piedra pómez rellena de fiambre rancio, que te dan en los micros y al lado de esto, descollan).
Postre: Peras al borgoña con un delicado toque de queso crema ( no crema) y/o panqueques de dulce de leche.
De ahí a bailar los éxitos de los 70 con los locuaces intérpretes ya mencionados que ayudaron a festejar el cumpleaños de una señora de 75 años en el fondo del local al grito de " sople la velaaaa Norma, soplee que no sabe si habrá otraaa...".
Solo desearía poder estar exagerando, pero intento minimizar otras cuestiones visto que el dueño parecía un hombre gentil, no sabrá absolutamente nada de gastronomía, pero parecía gentil.
En fin: ¿Cuánto por este festín de reyes persas?
85 pesos. Y 10 más por el derecho de "show".
Las bebidas no están incluidas. El buen gusto, tampoco.
La fonda queda en:
Alicia M. de Justo 138
Si desean llamar y padecer en carne propia: busquen el tel en internet, me niego a volver a pasar por la puerta.

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